El Santo es uno de los íconos más importantes de la cultura mexicana. Y cómo no iba a serlo si su popularidad traspasó fronteras. ¡Lo conocen hasta en Francia! De los cuadriláteros llegó a la pantalla grande para traernos una nueva época del cine mexicano: la de los luchadores.
El cine de luchadores en México surgió tras la llamada Época de Oro del cine mexicano (1936-1956), en un momento donde la industria cinematográfica nacional estaba estancada, de acuerdo con el autor Juan Carlos Reyez Vásquez (vía). Este género lo podemos dividir en dos etapas: una previa al Santo y una después del Santo. La primera comenzó en los 50 con el lanzamiento de los dos primeros filmes protagonizados por luchadores: La bestia magnífica (1952) y El luchador fenómeno (1952); la segunda en 1958, con el debut cinematográfico del Santo, Santo contra cerebro del mal (1958).
De acuerdo con Reyez Vásquez, los críticos de la época tacharon el cine de luchadores de “un cine de baja calidad, de pobre, apresurada, realización, y absurdos argumentos”, pues veníamos de una Época de Oro que llevó a México a obtener el reconocimiento internacional con varios premios bajo su brazo, incluyendo premios del Festival Internacional de Cine de Cannes. Sin embargo, Rafael Aviña apunta en su libro El cine de luchadores que este género permitió “la creación de un nuevo tipo de personajes, más allá de los charros, los cómicos, las prostitutas y las madres abnegadas”.
Mientras el cine de la Época de oro presentaba una dualidad entre ricos y pobres, el de luchadores presentaba una dualidad entre el bien y el mal, donde los luchadores tomaban el papel del héroe (mejor dicho, superhéroe). Este género además estaba destinado a las masas, de ahí que los críticos no lo recibieran bien.
El cine de luchadores está compuesto de una mezcla de varios géneros, incluyendo “la comedia, el melodrama, la ciencia ficción, la fantasía, el wéstern y el horror”, de acuerdo con Silvana Flores en Entre monstruos, leyendas ancestrales y luchadores populares: la inserción del santo en el cine fantástico mexicano. Y es en este último género donde podemos ver que se inspiró en las películas de Universal Studios de los años 30, que fueron protagonizadas por criaturas como vampiros, hombres lobo y momias. Como ejemplos encontramos Drácula (1931), Frankenstein (1931), The Mummy (1932) y The Wolf Man (1941). Sin embargo, México le dio un giro, pues agregó leyendas de la cultura mexicana. Es así como vemos a los luchadores enfrentarse a criaturas como la Llorona o las momias de Guanajuato.
Pero ¿quién fue el Santo? Nacido el 23 de septiembre de 1917 en Tulancingo, Hidalgo, México, y bajo el nombre de Rodolfo Guzmán Huerta, el Santo comenzó su carrera como luchador en 1934. Pero fue hasta 1942 cuando comenzaría a usar el nombre del Santo por sugerencia de su entrenador, Jesús Lomelí. Su popularidad escaló raídamente gracias a que “desarrolló su propio estilo, y su agilidad y versatilidad” (vía). Además, fue un luchador que supo llevar su marca a otros medios como el cine, historietas, novelas y series animadas.
Su carrera actoral, la compaginó con su carrera como luchador y protagonizó un total 52 películas. En la mayoría de ellas, se enfrentaba a criaturas o personas que representaban el mal, fungiendo como repartidor de justicia, tanto arriba como abajo del ring. Pero su papel no solo se limitaba a luchar, sino que también hacía trabajo de investigación junto a la ley o de manera clandestina.
Asimismo, sus películas se caracterizan por incluir una secuencia sobre el ring, al inicio, en medio o al final de la trama, las cuales sirven para avanzar la historia. Por ejemplo, sirven de emboscada para los enemigos o para pelear contra ellos mientras usan una máscara.
La criaturas a las que se enfrentó el también llamado Enmascarado de Plata fueron vampiros, momias, brujas, licántropos, zombis, marcianos, la hija de Frankenstein, la Llorona, entre otros.
En resumen, si bien estas películas no dan miedo, sí que dieron paso a un nuevo género dentro del cine mexicano, uno muy popular entre la población, quien veía al Santo como una figura justiciera. Este género además supo adaptar una cultura extranjera (como la estadunidense) a la nuestra, creando algo propio y único al mezclar la lucha libre mexicana con la fantasía y el terror.