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Lo que ‘Expediente Warren 3’ esconde sobre su historia real


Atención: este artículo contiene spoilers de Expediente Warren: obligado por el demonio

Casas embrujadas, posesiones, muñecas malditas y demonios vengativos son los elementos habituales del que ahora conocemos como el ‘Universo Warren’, la saga de terror que comenzó hace ocho años con Expediente Warren a partir de uno de los casos investigados por los investigadores paranormales, Ed y Lorraine Warren. Desde entonces hemos sido testigos de cinco spin offs, que expandían el universo con tramas que poco tenían que ver con los casos de la pareja, y dos secuelas basadas directamente en investigaciones reales. Expediente Warren: el caso Enfield y este año, ya en cines, Expediente Warren: obligado por el demonio.

Es decir, las tres entregas que engloban la saga principal parten de casos documentados por los Warren entre los 70s y 80s. Pero después de dos películas centradas en historias de casas embrujadas, la saga da un giro radical para adentrarse en el caso más distintivo pero cuestionable de la pareja: un asesino que dijo haber estado poseído cuando cometió el crimen. Es un caso espeluznante y de los más interesantes en el archivo histórico de la pareja, pero en su afán por ensalzar a los Warren la película termina enviando un mensaje engañoso sobre su verdadera historia.

Expediente Warren: obligado por el demonio (© 2021 Warner Bros. Entertainment Inc. All Rights Reserved.)

Expediente Warren: obligado por el demonio (© 2021 Warner Bros. Entertainment Inc. All Rights Reserved.)

Confieso que me encanta esta saga y he leído mucho sobre los casos investigados por Ed y Lorraine Warren. Digamos que siempre me provocaron curiosidad, mucho antes de la llegada de esta saga cinematográfica. Al menos desde que vi Terror en Amityville (1979) por primera vez, uno de los casos más populares que investigó la pareja. Por eso, cuando me dispuse a ver Expediente Warren: obligado por el demonio lo hacía con el entusiasmo de una cinéfila amante del género y conocedora de la historia real.

Tenía mucha curiosidad por descubrir cómo habría tratado la saga la historia de Arne Cheyenne Johnson, un asesino que se defendió ante el juez en 1981 diciendo que cometió un crimen porque “el demonio le hizo hacerlo”. Y aunque era consciente de que no sería una adaptación fiel a los relatos verídicos dado que la saga se caracteriza por añadir elementos de ficción para ensalzar la figura de Ed y Lorraine, no me esperaba que enmascararan tanto la verdad jurídica para beneficiar la imagen de sus protagonistas.

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Para empezar, la película comienza con un rótulo que advierte que está basada en una historia real, sin embargo omite especificar que se trata de una mínima parte para luego dar a entender una resolución heroica que nada tuvo que ver con lo que sucedió en el juicio.

Los Warren se involucraron en el caso antes que tuviera lugar el asesinato. Un sacerdote los convocó al no poder ayudar a la familia de un niño de 11 años llamado David Glatzel que sufría pesadillas, despertaba con rasguños y moretones y entraba en trances hablando en lenguas extrañas. El sacerdote católico les aseguró que se trataba de una posesión demoníaca y ellos confirmaron el veredicto tras ver supuestamente cómo una sombra gris acompañaba al niño -según Lorraine era un signo de presencia maligna- y eran testigos de su fuerza física necesitando “cuatro hombres para sujetarlo”, según explicó Ed Warren en una entrevista tiempo después (YouTube).

Arne Cheyenne Johnson era el novio de la hermana de David, Debbie, y uno de los hombres que ayudaba a controlar y sujetar al niño durante los exorcismos y momentos de supuesta posesión. Sin embargo, ni los Warren ni seis sacerdotes lograron librar al pequeño del problema, sino que fue Arne quien pidió al demonio que tomara su cuerpo a cambio del niño. Y así, todo pareció volver a la normalidad. Por un tiempo.

Poco después, Arne y Debbie se mudaron a vivir solos en un apartamento que alquilaron al jefe de la chica, Alan Bono. Pero una vez allí, Arne comenzó a mostrar los mismos síntomas que habían visto en David al principio. El 16 de febrero de 1981 Arne faltó al trabajo diciendo que estaba enfermo y se encontró con Debbie en la perrera donde trabajaba como peluquera canina con su cuñada Wanda y su hija de 9 años, Mary. Una vez allí, el jefe de Debbie les invitó a almorzar mientras bebía alcohol severamente. Esa noche, intoxicado, cogió por la fuerza a la pequeña Mary y Arne intervino, la niña se libró y huyó al coche mientras Debbie intentaba intervenir entre los dos hombres. Según su testimonio oficial, su prometido comenzó a emitir sonidos extraños, sacó una navaja de su bolsillo y apuñaló a Bono varias veces. Desde entonces Arne Johnson mantiene que no recuerda nada de lo sucedido.

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El primer acto de Expediente Warren: obligado por el demonio hace un buen trabajo describiendo con cierta fidelidad todos estos acontecimientos. Incluso es verdad que Lorraine Warren advirtió a la policía de que algo malo iba a suceder a la familia. También es verdad que el abogado del joven presentó una declaración de no culpable citando posesión demoníaca y que fue la primera vez que se intentaba legalmente en la corte de EE.UU. Aquel intento de defensa provocó un frenesí mediático y colocó a los Warren en el centro de la noticia con entrevistas y hasta la publicación de un libro tiempo después.

Sin embargo, para poder crear una película de terror, la historia se ramifica convirtiendo a Ed y Lorraine en más detectives que nunca, buscando pruebas que demuestren la posesión y así ayudar a Arne en el juicio. Se comprometen hasta el punto que se involucran en otro caso y desembocan en una maldición satánica. Pero todo esto no tuvo nada que ver con el caso de Arne Cheyenne Johnson, y aquella advertencia inicial que nos decía que la cinta estaba basada en una historia real se queda coja.

No obstante, lo que más chirría no es eso, sino el intento engañoso de la película por ensalzar a Ed y Lorraine sin contar detalles esenciales del caso.

Por un lado, cuando termina el primer acto lo hace con la abogada de Arne presentando al juez la declaración de “no culpable por posesión demoniaca”, y a continuación comienza la trama de investigación. Como el resto de la película se centra en la búsqueda de pruebas de los Warren que corroboren que estaba poseído, la cinta da a entender que paralelamente se vive el juicio mientras ellos buscan evidencia.

Nada más lejos de la realidad. El juez Robert Callahan desestimó enseguida el alegato de defensa asegurando que ese tipo de argumento no tenía lugar dentro de la ley debido a la falta de evidencia, y porque permitir el testimonio sería “irrelevante y no científico”. Al final, la defensa cambió a la táctica a defensa propia.

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Y segundo, la película concluye con una imagen de los Warren satisfechos en el juicio mientras Arne recibe sentencia. La cinta explica en rótulos que el joven fue declarado culpable de homicidio en primer grado y que cumplió 5 años de condena, como dando a entender que en cierto modo la defensa funcionó y tuvo una condena corta. Pero no fue así. La sentencia fue de entre 10 y 20 años de cárcel, solo que Arne salió de prisión al quinto año por buena conducta (Noticias AP, 1986).

Es cierto que los Warren ayudaron e intentaron recabar evidencia para que el juez aceptara la defensa, y hasta habían acumulado testimonios de sacerdotes y testigos visuales. Es más, durante el resto de sus vidas siguieron defendiendo la inocencia de Arne calificándolo como un hombre “atento” que nunca hubiera cometido un asesinato de no haber estado poseído. No obstante, parte de la familia no los vio con buenos ojos. El propio pequeño de la historia, David Glatzel, terminó demandando a los autores y editorial del libro que Gerald Brittle y Lorraine Warren escribieron sobre el caso en 2006, El diablo en Connecticut por “violar el derecho a la privacidad” e “intencionalmente provocar malestar emocional”. Un hermano de David llamado Carl dijo públicamente que la historia de posesión fue una farsa publicitaria de los Warren, asegurando que el niño sufría problemas mentales en aquella época. Sin embargo, Arne y Debbie siempre defendieron el argumento de posesión.

De esta manera, Expediente Warren; obligado por el demonio decepciona por partida doble. Por un lado al no estar a la altura de la originalidad y dosis de terror de sus antecesoras, utilizando la historia para convertirla más en un homenaje al amor de la pareja que al caso real. Y, segundo, por seguir mitificando la imagen de Ed y Lorraine, dando a entender una resolución heroica cuando el resultado jurídico fue diferente. Puedo comprender que la saga quiera mantener intacta el aura de sus personajes, pero entonces no digan que está basada en una historia real.

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